viernes, 18 de junio de 2010

Hoy, después de la reunión de padres en el colegio donde cursaba María, me dí cuenta que hay muchas dudas y parte de curiosidad sobre lo que aconteció el día 9. Por ello es que voy a relatar lo sucedido.
Mi hija pasó el día normalmente, jugó muchisimo y después del baño se acostó porque tenía algo de frío. Decía que no tenía mucha hambre y que sólo quería leche, que apenas llegó a probar. Le tomé la temperatura porque la noté decaída y caliente. Su temperatura era de 38,6 sobre las diez y media de la noche. Esperé a ver si le bajaba la temperatura y como en vez de bajar subió a 39,5. La llevé al servicio de urgencias de Cangas. Llegamos sobre las doce de la noche y no tubo que esperar a que la atendiesen y esa "eminencia" de doctor que en mala hora nos fue a tocar le tomó la temperatura, a esa hora era de 38,2. Le auscultó los pulmones y según dijo no le escuchaba nada importante. Le palpó la barriga pues era una de las cosas de las que se quejaba ella. El le preguntaba si le dolía y ella le respondía que sí y dirijiendose a mi dijo que no le debía de doler bastante porque hacía poca resistencia. Yo le advertí de que María era muy sufrida y que solía aguantar mucho, a lo cual el me dijo que era imposible que una niña aguantase tanto. Le vio la garganta y aparte de decirme que tenía las amigdalas un poco grandes por naturaleza también decía que las tenía apenas enrrojecidas sin importancia. Con todo esto ya mencionó la palabra gastroenteritis y que ya llevaba toda la tarde viendo casos de este tipo. Nos mandó pasar a otra sala y le dijo a la enfermera que le hiciese la prueba con la saliva y el palito. La enfermera tomó la muestra y se fue a preparar la chapita donde hacen la prueba. Volvió a donde estábamos nosotros y le preguntó a mi padre si el reloj que llevaba tenía minutero para ir controlando el tiempo de espera. Pasaron unos minutos y el doctorcito abrió la puerta que comunicaba las dos estancias y preguntó por la prueba. La enfermera se pasó al otro cuarto con el test, dejando la puerta abierta y fue entonces cuando empezaron a deliberar de que cuantas gotas se echaban, si habría tomado suficiente saliva, de cuanto tiempo tenía que transcurrir, miraron un prospecto y decían de volver a meter el palito en la solución. En ningún momento le volvieron a tomar más saliva, al final y después de dos horas nos dijo que nos marchásemos para casa, que sería una gastroenteritis y me dio una dieta blanda y apiretal. No le volvió a tomar la temperatura en ningún momento. Yo sí, al llegar a casa había bajado. María se quedó a dormir. Sobre las cinco y media despertó y me pidió agua y al rato vomitó un poco, me pidió sentarse en la bacinilla y descolgó su cabecita, le vi unas manchitas en el cuello, y al levantarle su cabecita observé sus labios moraditos y sus dientecitos como decolorados. La agarré embuelta en una mantita y salí escopetada al centro de salud. Cuando llegué sus pupilas no estaban normales, pero ella era consciente de lo que le rodeaba. Los médicos echaban las manos a la cabeza y la monitorizaron, le pusieron una mascarilla de oxigeno que no se le quedaba quieta, le iban preguntando quien estaba allí y ella respondía en todo momento: MAMI. Llegó un momento que nos echaron fuera porque decían que la iban a entubar, pero no fue así, todo era mentira. Esperó alrededor de una hora por una ambulancia medicalizada, que cuando llegó no pudo hacer otra cosa que certificar su muerte. El "eminencia" se escapó como un miserable y cobarde, no comunicando lo que había pasado. Me lo comunicó la enfermera, el personal de la ambulancia y otra mujer que no sé si era médica o qué. Os imaginareis a partir de ahí todo lo que ocurrió. ME HAN UNDIDO POR COMPLETO, ME HAN QUITADO MEDIA VIDA. Ahora me queda la otra media y pienso luchar para que no me vuelva a pasar lo mismo, ni a mí ni a nadie.

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